El hermano mayor de los gavilanes

Un granadino vecino de Aguadulce (Almería) ha rescatado y criado a tres polluelos de este ave, a los que se encontró en la calle tras caer del nido situado a la altura de un octavo piso. En ese momento llamó a la Policía Local, que acudió junto a un agente de Medio Ambiente que llevó los animales al veterinario. “Me dijeron que esta especie de ave no sobrevivía en cautividad, que era muy difícil, aunque me ofrecieron la posibilidad de cuidarlos”, declara.

gavilan

Nada le hacía pensar que, cuando salió hace unos veinte días a la calle, iba a convertirse en el protector de tres polluelos de Gavilán. Francisco Maldonado es natural de Murtas, Granada, pero reside con su familia en Aguadulce. Una familia que en las últimas semanas tiene tres bocas más que alimentar y que han requerido de un cuidado permanente y constante para poder salir adelante.

“Estaban en la calle, en el césped, no volaban y eran muy pequeños, todavía vestidos con el plumón blanco”, explica.

En ese momento eran cuatro los polluelos, aunque uno de ellos no pudo superar el golpe sufrido tras caer de un octavo piso, en el que se encontraba el nido construido por sus padres para criarlos.

Francisco llamó a la Policía Local e inmediatamente llegó un agente junto a un agente de Medio Ambiente, que llevó los animales al veterinario. “Le dijeron que esta especie de ave no sobrevivía en cautividad, que era muy difícil, aunque me ofrecieron la posibilidad de cuidarlos, y acepté aunque no sabía lo que podía pasar”, declara.

Cuidados

Una vez a su cargo, Francisco subió los polluelos al terrado de su edificio “para ver si sus padres los aceptaban”. Al principio “les puse jamón de york” y al poco pudo ver cómo los padres “les traían de comer y me alegré mucho porque esto iba a salir bien”.

Aunque los gavilanes adultos surtían a sus crías de pequeños camaleones, culebrillas y otros animales, la labor de Francisco, su mujer María Victoria y sus hijos Fran y Carmen ha sido constante. Como si fuesen un reloj, han movido permanentemente la caja de los polluelos para evitar que les diera el sol porque “si lo hubiese hecho, seguro que los mata”.

“Toda la familia ha estado implicada en que esto salga bien pero parte de la culpa es también del policía y del agente de Medio Ambiente, que ha pasado por aquí en dos o tres ocasiones para comprobar cómo están los gavilanes”, dice Francisco.  Uno de ellos ya vuela y los otros lo harán en breve. Lo imposible, se ha hecho posible en Aguadulce.